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¿Puede la Literatura crear realidad? ¿Y realidad justa?

 

Primo Levi en la segunda obra de su Trilogía sobre los Campos de Exterminio: “La Tregua” nos relata en dos páginas la breve y tormentosa existencia de un niño de unos tres años, con discapacidad en la mitad de su cuerpo, sin nombre, sin familia y sin futuro; un hijo de Auschwitz, de la muerte, a los que los propios prisioneros le habían “bautizado” –basándose en los sonidos inarticulados que emitía− con el nombre de Hurbinek.

El autor, en este episodio real, descriptivo, no ficticio, casi exento de emociones añadidas -pues ya la mera objetividad de su narración está cargada de una Humanidad doliente que hace que se nos revuelva el alma-, nos está llamando a percatarnos de la necesidad de utilizar la Palabra para transformar la realidad inmediata y futura, e incluso crearla.

La Palabra en Levi trasciende lo testimonial, nos apela, nos hace posicionarnos ante nuestra propia existencia, en donde creando podemos dar nombre y vida a los sinnombre o no; transformar la Realidad a partir de la Palabra escrita o no; crear un mundo donde la condición humana se dignifique o no. La necesidad de la Palabra para romper con el mutismo cómplice de la ignominia, para llenar la vida de preguntas, de afirmaciones, de relatos, de memoria… es aguardada por la mirada salvajemente humana del mundo. Mirada que es preciso afrontar desde el compromiso creativo, porque está cargada de razón y fuerza.

 

Sabemos que existe una completa y total relación entre el Ser Humano y la Palabra: aniquilar a las personas es aniquilar su discurso, el arrasamiento de su subjetividad y de su trascendencia en la Realidad. También somos conscientes de que el último silencio y también la última palabra sólo pertenecen a las víctimas, a nadie más; jamás llegaremos con la Palabra propia del testimonio o de la creación ficticia a sentir o imaginar totalmente esas últimas verdades. Pero no podemos obviar que ser testigos de injusticias nos coloca indefectiblemente ante una realidad a destajo, pues estamos implicados en ella, y rememoramos esos proyectos de vida no vividos por haber sido devastados.

 

Es por esto que, a los autores en cuanto que testigos, no sólo se les pide información, también se les demanda justicia, a través de su Palabra, que es una Palabra superviviente, y por tanto crucial en el conocimiento de la Verdad. Y a los autores en cuanto que creadores, no sólo se nos debiera solicitar la configuración de una Cultura amena, ligada a la recreación de los sentidos y la amplitud del Conocimiento, sino que también se nos debiera instar a la Responsabilidad.

Compromiso y Responsabilidad para pensar la Palabra escrita desde el absoluto rechazo a la naturalización del dolor producido por las injusticias y desigualdades vigentes. Es perfectamente factible en Literatura que al autor-testigo le siga el autor-creador en la búsqueda de la reparación, de la Justicia y de una realidad más halagüeña, donde se logre la convivencia en paz entre distintos.

 

Adolfo García Ortega, es el autor-creador en “El comprador de aniversarios” que toma el testimonio de Primo Levi, autor-testigo (y víctima a la vez), y recrea en una fábula sobrecogedora la vida no vivida de Hurbinek, muerto en Auschwitz a primeros de marzo de 1945. El propósito de este escritor es crear nueva Realidad, a partir de la Literatura, a partir de su Palabra escrita. En medio de un conmovedor relato de amor y horror, síntesis del Holocausto, nos narra los antecedentes familiares y los años vividos tras la liberación del Campo en la existencia real del niño Hurbinek, alguien del que no se sabe nada en absoluto y que, sin embargo, vive en Levi y en García Ortega, y en cada una de las personas que hemos leído cualquiera de las obras de estos autores.

Hurbinek no era nadie y sin embargo, es. Podemos saber de él por la realidad que nos relata Levi y soñarle por la ficción real a la que nos acerca García Ortega en su magnífica novela. Estos dos autores han hecho que Hurbinek sea todo. Hurbinek soy yo, usted que me está leyendo, es todos y todo, gracias a la Palabra.

 

Crear aniversarios de vida. Sanar realidades. Escribir, para mí, es eso. Creo en la Palabra generadora de Realidad justa. Creo en la memoria de los muertos que viven en lo intangible de nuestra mente creadora. Creo en “La tregua” de Levi, que testimonia el sufrimiento para redimirlo y no repetirlo. Creo en los respiros y en la esperanza que proporciona la Palabra, en medio de un mundo que rota sobre una crueldad incesante, y sin embargo transformable.

 

 

APORTACIÓN AL LIBRO COLECTIVO DE LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES/AS DE EUSKADI «LITERATURA Y REALIDAD».