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Cuando Fátima Frutos ideó este libro en Málaga siempre tuvo presente a su maestra Marcela Lagarde, que trató en su tesis doctoral los cautiverios de las mujeres. “Monjas, putas y locas” es un libro más que de reivindicación, de afirmación. Reconocimiento que va dirigido hacia mujeres que, habiendo ejercido la prostitución, nos son presentadas como auténticas sobrevivientes a través de pasajes de sus complicadas vidas. Reconocimiento a místicas, monjas, pensadoras y beguinas que buscaron en los confines del yo interior la libertad que el mundo exterior les negaba. Y reconocimiento de aquellas artistas y personajes de ficción que reinaron en la creatividad más excelsa, a pesar de ser o estar consideradas locas, elevándose de manera única y primordial. Frutos se sumerge en todas ellas, para ofrecerle al lector un libro en el que también aparecen tramos autobiográficos, que hablan de guerreras sármatas y de brujas, de odas al hombre amado, de la edad madura en la femineidad y de saltar servidumbres ligadas al género. Estamos ante la colección de poemas más personal de Fátima Frutos, quizá por eso la propia autora se refiere a este libro como “su Ítaca”.