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Ángel García Ronda
Poeta y escritor. Exdiputado de las Cortes Generales. Presidente del Ateneo de Guipúzcoa.

De Carne y Hambre: Una poeta, Fátima Frutos

No es fácil que un autor pueda saber el valor de su obra. Por un lado está la tentación vanidosa de admirar al hijo, por otro hay el temor siempre acechante del fracaso. Ambos sentimientos se redoblan hasta el temblor cuando se trata del primer libro. Y si digo esto es porque tengo la impresión directa de que Fátima Frutos no acaba de percatarse de la belleza de su libro. Tras el Premio, que sólo quiere ser afirmador de las palabras que continúan, entro en la almendra de los poemas.
Lo primero que sorprende y agrada es que la autora, sin temor a que alguien pueda minimizar su actualidad por irse muy lejos en el tiempo, estructura el corpus poemático sobre la viguería más consciente de la mirada griega, ante la realidad humana deseable y sobre el permanente perfume de la expresión helena: Fília-Eros-Ágape.
Y esa es la tierra sólida que pisan todos los poemas, aun los referidos a los avatares de nuestro tiempo. Esta incardinación en nuestros ancestros más duraderos se me antoja humilde y segura: reconocimiento y firmeza en lo que la poeta busca.
¿Y qué busca? Probablemente ella no sabe qué busca más y más allá de lo que dicen sus palabras. Si no, ¿por qué esa imbricación tan íntima de lo existencial, lo sensual y lo social? A mí me gusta que la escritura –y de ella, especialmente la Poesía- anuncie algo que está más allá de lo inmediatamente expresado, algo que me quede por imaginar a mí, al Lector. Y a mí, en estos poemas de Fátima Frutos, me ataca en la imaginación una totalidad humana, en que lo erótico es válido como dimensión del Existir y también como senda de paso al Ser; pero asimismo como célula esencial y primera expresión del Convivir. Por eso este libro nos traslada una visión del mundo en que lo erótico impregna el espacio y el tiempo humano, siendo ello mismo realidad y cauce de otras realidades.

Bien está, es elegante y delicado, reconocer la maestría de quienes nos han influido, y esto hace Fátima Frutos. Pero ella, a estas alturas, camina sola y quiero decir algo para contradecirla: tampoco alguna de las guías que ha escogido me parecen las mejores. Y la prueba de ello es que las ha superado ya. Pero basta con que a ella le hayan servido. A partir de ahora, Fátima Frutos, poeta, vete abandonándolos a todos, como amores inservibles.
A continuación he realizado un poema escogiendo un verso de cada uno de los treinta poemas de Fátima Frutos en “De Carne y Hambre”:

Fília
Se entrevera como una ménade en orgiástico cortejo
De esa Poesía que es nuestra frente a la angustia de La Nada
¿Qué queja puede tener a quien tan docta lujuria ofrecí?
Enfrentar el orden requiere arrogancia, vos sabéis Sola frente a ti y los otros
Con jadeo y llanto se extingue tu mortal estampa
Y tú, prisionero de mi cuerpo
Siento aún la boca que transpira al palpar la soledad
Danzando ante la Historia como Astarté sobre la penumbra
Dibujando los benditos contornos de un sexo generoso

Eros
Yacer anfibia bajo el éxodo de tus sábanas
De la seda invisible con las que se tejen
A jirones, se arrancan los velos
Sobre el mismo taburete rojo
Y me invitaste a renegar del mercadeo del placer
Al fuego que eclipsa mi concha en tu boca
Y genuflexo, ante el altar libídine, conviérteme en diosa
Y el resuello del felino cesó en mi cuello
Todas las madrugadas son ésta
Suerte es que mi piel tenga memoria
Desterrar este ansia imparable de Fedra nueva, perversa
¡Qué difícil y qué locuaz fundirse en ti!
Colocar lo sagrado en tus labios
Dame un tango en la Media Luna

Ágape
Mientras la madre limpia la pena y la loza
Sabe a ramera insurgente –piensa-
Y un velo me cubría
En las utopías sacras con que la urgente justicia
Que ambos hemos vivido para esto
La perpetua unión umbilical.

Este poema loco de fragmentos, Fátima, te da gracias por haber podido nacer. Y te encarga recuerdos para Rubén Darío, Baudelaire, Dickens: tú sabrás por qué. ¡Brava Fátima!